lunes, 10 de mayo de 2010

el rincon de la historia viaja a napoles

Queridos Bloggeros seguidores del Rincón de la Historia:

Nuestro pequeño Rincón de la Historia va a realizar próximamente un viaje a la marabillosa Pompeya y a la no menos espectacular Nápoles y su Costa Amalfitana.

Para un buen estudio de este tema recomiendo la Guía Visual de Nápoles de el País Aguilar, muy bien explicada y mejor ilustrada.

Nápoles ha tenido una gran influencia española que pasamos a comentar:
El reino paso de manos de la Corona de Aragón, a manos del rey francés, para volver a manos españolas tras la guerra 1500-1504 entre Francia y las Españas, en la que las tropas castellanas, lideradas por El Gran Capitán, derrotaron en Ceriñola a los franceses pese a la superioridad numérica de estos. El Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, fue el propulsor de las reformas militares que llevaron a la creación de "los tercios", tropas que dieron la superioridad militar a las Españas hasta el siglo XVII. Después de la muerte de Isabel la Católica, "el Gran Capitán" fue relevado del mando y volvió a la península Ibérica, mientras que el rey Fernando II "el Católico" de las Españas (como decía Maquiavelo), sustituye las tropas castellanas y a sus mandos por tropas procedentes de la Corona de Aragón.
El siglo XVI fue uno de los periodos más prósperos de la historia napolitana. Los virreyes españoles, que gobernaron el reino en nombre de Fernando II de Aragón, Carlos V y posteriormente Felipe II, restablecieron el orden entre la nobleza local. Entre esos virreyes es muy recordado el Conde de Lemos, Pedro Fernández de Castro y Andrade, que mandó construir la universidad, entre otros edificios y medidas recordadas. La población se incrementó en más del doble, hubo que alejar las murallas y construir nuevos barrios, como los famosos barrios españoles. La aristocracia levantó en esos muros palacios sontuosos, la Iglesia de la Contrarreforma numerosas iglesias y monasterios, mientras que el campo, en los alrededores del Vesubio, se salpicaba de residencias veraniegas. Su puerto era muy activo, y las galeras velaban por la libre circulación de los buques cristianos amenazados por los piratas berberiscos en el mar Tirreno.
A finales del siglo XVI, Nápoles se convirtió incluso en una de las bases de la ruta de Flandes, que abastecía de soldados y plata a las guarniciones españolas de Holanda. Este periodo de prosperidad se acabó en el segundo cuarto del siglo XVII. La bancarrota genovesa de 1622 perturbó profundamente la actividad económica del Imperio español, y de Nápoles en particular, donde los intereses genoveses eran importantes. Comprometida en guerras ruinosas, España aumentó la presión fiscal y Nápoles se rebeló en 1647.
La crisis del siglo XVII culminó en 1656 con la gran epidemia de peste que asoló en pocos meses Nápoles y la Campania. La capital perdió casi tres cuartas partes de sus habitantes y se quebró su vitalidad económica. Cuando en 1707, tras las vicisitudes de la guerra de Sucesión de España, el reino pasó bajo dominio del emperador de Austria, Nápoles no había recuperado todavía su nivel de población de antes de la peste.
Fernández de Córdoba y Aguilar (Montilla, 1 de septiembre de 1453 – Loja (Granada), 2 de diciembre de 1515) fue un noble, político y militar español, duque de Santángelo, de Terranova, de Andría, de Montalto y de Sessa, llamado por su excelencia en el arte de la guerra el Gran Capitán.

Militar español al servicio de los Reyes Católicos. Miembro de la nobleza andaluza (perteneciente a la Casa de Aguilar), hijo segundo del noble caballero Pedro Fernández de Córdoba, V Señor de Aguilar de la Frontera y de Priego de Córdoba, que murió muy mozo, y de Elvira de Herrera y Enríquez, hija de Pedro Núñez de Herrera, señor de Pedraza y de Blanca Enríquez de Mendoza, quien fue hija de Alonso Enríquez, Almirante de Castilla (hijo de Fadrique Alfonso de Castilla) y de Juana de Mendoza "la Ricahembra".
Gonzalo y su hermano mayor, conocido como Alonso de Aguilar o Alfonso Fernández de Córdoba, se criaron en Córdoba al cuidado del prudente y discreto caballero Don Pedro de Cárcamo. Siendo niño fue incorporado al servicio del príncipe Alfonso, hermano de la luego reina Isabel I de Castilla como paje y, a la muerte de éste, pasó al séquito de la princesa Isabel. La hermana de ambos cordobeses, conocida con el nombre de Leonor de Arellano y Fernández de Córdoba, casaría con Martín Fernández de Córdoba, Alcaide de Los Donceles.
Fiel a la causa isabelina, inició la carrera militar que le correspondía a un segundón de la nobleza en la Guerra de Sucesión Castellana y en la de Granada, donde sobresalió como soldado en el sitio de Tájara (plaza que también se conoce como castillo de Tajarja o torre de Tájara, situada en el actual pago de las Torres de Huétor-Tájar, Granada1 ) y la conquista de Íllora: Espía y negociador, se hizo cargo de las últimas negociaciones con el monarca nazarí Boabdil para la rendición de la ciudad a principios de 1492.
En recompensa por sus destacados servicios, recibió una encomienda de la Orden de Santiago, el señorío de Órgiva, provincia de Granada, y determinadas rentas sobre la producción de la seda granadina, lo cual contribuyó a engrandecer su fortuna.
En 1494 fallece el rey Fernando I de Nápoles, hijo de Alfonso V de Aragón, y es proclamado rey su hijo Alfonso II de Nápoles.
Carlos VIII de Francia decide que, para reconquistar los Santos Lugares (objetivo principal de muchos reyes coetáneos), debía conquistar los territorios de Italia. Para cubrirse las espaldas, firmó con el rey Fernando un tratado secreto, que, en las cláusulas difundidas, era una alianza contra los turcos, pero, en secreto, fue una alianza de amistad. Es decir, España no se interpondría a Francia en sus guerras salvo contra el Papa, lo mismo que haría Francia. Pero cuando Fernando descubrió las intenciones de Carlos VIII, actuó hábilmente, considerando a Nápoles un territorio infeudado al Papa, y por lo tanto, de su incumbencia. Fernando II de Aragón inicia una ofensiva diplomática para ayudar a su pariente, consiguiendo la aprobación del Papa de Roma y de Florencia y la neutralidad de Venecia
En 1495 se convoca a los puertos del Cantábrico y de Galicia para que aporten naves que debían concentrarse en Cartagena y Alicante, y ponerse a las órdenes de Galcerán de Requesens, conde de Trivento y general de las galeras de Sicilia.
Se reúnen 60 naves y 20 leños, y embarcan 6.000 soldados de a pie y 700 jinetes. Gonzalo Fernández de Córdoba se pone al frente de la expedición.
Salen a la mar con mal tiempo, y el convoy se divide en dos. El grupo de vanguardia, el de Requesens, llega a Sicilia, donde espera en Mesina la llegada de los transportes con las tropas, que llegan el 24 de mayo.
Pasa la flota a Calabria, ocupando Regio de Calabria y los pueblos circundantes. El rey de Nápoles, Alfonso, es derrotado en Seminara. Mientras Fernández de Córdoba maniobra con gran habilidad y tiene varios éxitos, entre los que se incluyen la larga marcha a Atella que le permitió llegar oportunamente a combatir, Requesens se presenta con sus galeras frente a la ciudad de Nápoles. El duque de Montpensier, lugarteniente de Carlos VIII, decide salir de las murallas de la ciudad para evitar el desembarco, y el pueblo de Nápoles, al ver salir a las tropas francesas, se subleva, teniendo que refugiarse los pocos franceses que quedaban en los castillos Nuevo y del Huevo. Aparece una flota francesa con 2.000 hombres de refuerzo, pero decide no enfrentarse a Requesens y desembarca a su gente en Liorna. Montpensier se ve obligado a retirarse hacia Salerno, y Nápoles cae en poder de los españoles.
Fallece el rey Ferrante II de Nápoles y le sucede su tío Don Fadrique.
Quedan en manos francesas Gaeta y Tarento. Requesens organiza dos escuadras, una con cuatro carracas y cinco naos que bloquea Gaeta, y otra con cuatro naos, una carabela y dos galeras para guardar la costa e interceptar socorros a los franceses. Esta última apresó una nave genovesa con 300 soldados y cargamento de harina.
Los venecianos cooperaban vigilando los puertos de Génova y Provenza.
En las filas francesas se declara la peste, de la que fallece Montpensier con muchos de sus soldados. Gaeta se ve obligada a capitular, pudiendo llevarse los franceses todas sus pertenencias. Embarcan hacia Francia, pero un furioso temporal hunde sus naves.
Una vez asegurado el reino de Nápoles para Don Fadrique, reúne a sus tropas con intención de disolverlas, pero el Papa le pide que le ayude. Un tal Menaldo Guerra, corsario vizcaíno, se había apoderado de Ostia y su castillo bajo bandera francesa, cerrando el Tíber y sometiendo a contribución a Roma. Las tropas españolas atacan y toman Ostia y su castillo, y el Papa Alejandro VI concede a Fernández de Córdoba la Rosa de Oro.
Después de tres años de campaña, en 1498 regresan a España las tropas españolas, dejando el reino de Nápoles en manos de Don Fadrique.
En esta campaña Gonzalo Fernández de Córdoba gana su sobrenombre de El Gran Capitán y el título de Duque de Santángelo.
Terminada la guerra, Fernández de Córdoba gobernó como virrey en Nápoles durante cuatro años, con toda la autoridad de un soberano. Fue instrumental en el envío a España como prisionero en 1504 de César Borgia , hijo del Papa español Alejandro VI (Rodrigo Borgia), que había sido envenenado en 1503, para su custodia en Chinchilla.
Pero al escapar éste en 1506 a Navarra y pasar de haber sido Obispo de Pamplona en su infancia gracias a su padre , a ser ahora Condestable de Navarra por su cuñado el Rey Consorte navarro Juan III de Albret, marido de la Reina Titular de Navarra Catalina I, quienes luchaban por evitar la absorción de su pequeño reino por una coalición navarra - castellano - aragonesa , César Borgia perdería la vida en la Batalla de Viana en marzo de 1507. Los beamonteses navarros verían más de un 80% del territorio del reino incorporado a los dominios de Fernando II de Aragón y de su nueva y joven esposa Germana de Foix en 1512 tal como propugnaban y en el interregno 1516 - 1520 a los de su nieto. Un importante miembro del Consejo Real de Juan III de Albret, colega de César Borgia, fue precisamente el padre del luego famoso Jesuita San Francisco Javier, enviado por el Fundador de la Orden San Ignacio de Loyola a India y Japón para evangelizar por los privilegios papales concedidos a los portugueses e implementados en la Cancillería para Asuntos de Oriente en Lisboa del Rey Juan III de Portugal "El Piadoso".
Muerta ya Isabel la Católica, se hizo el Rey Fernando el Católico eco de los envidiosos del general y, temeroso de que se hiciese independiente, le quitó el mando, y aunque no está demostrado que le pidiese cuentas; Gonzalo, para justificar que lo que se decía de él no era cierto, presentó unas cuentas (que se conservan en el Archivo General de Simancas) con tal detalle, que han quedado como ejemplo de meticulosidad en la lengua popular. Si es cierto, en cambio, que no cumplió a tan ilustre caudillo los ofrecimientos que le había hecho, pese a sus deseos de volver a Italia. Gonzalo entonces, se retiró a Loja, donde murió en 1515.
El Gran capitán fue un genio militar excepcionalmente dotado, que por primera vez manejó combinadamente la infantería, la caballería, y la artillería aprovechándose del apoyo naval. Supo mover hábilmente a sus tropas y llevar al enemigo al terreno que había elegido como más favorable. Revolucionó la técnica militar mediante la reorganización de la infantería en coronelías (embrión de los futuros tercios). Idolatrado por sus soldados y admirado por todos, tuvo en su popularidad su mayor enemigo
Aunque puede que no sea más que una leyenda, se cuenta que el rey Fernando el Católico pidió a don Gonzalo cuentas de en qué había gastado el dinero de su reino. Esto habría sido visto por éste como un insulto. De la respuesta hay varias versiones, la más común diría:
Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.
Cierta la anécdota o no, la expresión las cuentas del Gran Capitán han quedado como frase hecha para una relación poco pormenorizada o para una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho.
De su matrimonio con María Manrique de Lara y Espinosa, tuvo una hija y única heredera, pues una hija anteriormente había sido asesinada por un consejero de la corte, ya que era su hijo al haber mantenido relaciones sexuales con María Manrique.

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